El triste mundo de los niños montubios
Palabra en Pie - WIlman Ordóñez Iturralde y lo montuvio
Wilman Ordóñez Iturralde
Jugando a la pájara pinta/sentadita en su verde limón/con el pico recoge la rama/con la rama recoge la flor/ayayay, cuando veré a mi amor…Era Manuelito el niño que cantaba y jugaba dando brincos con otros niños en el Sitio Las Tres Marías de La Bocana de Adentro en la Provincia del Guayas. Jugaba y cantaba con Pedrito, Alfonso, Enriqueta, Mariquita y Caldina. Sin siquiera ponerse a pensar que su madre un día antes le había anticipado que no saliera por la peste de rubéola que atestaba en el Recinto. Solo jugaba –decía-. En eso, cayó al piso, sangraba. Las convulsiones asustaron a los otros niños que sin saber que hacer gritaban estruendosamente hasta que a ellos llegó un viejo sabio, mayor, muy mayor, que les pidió se apartasen. Para auscultar a manuelito. El viejo gritó:
- Serafia, Serafia, ven mujer que tu hijo está a punto de morir. Serafia despavorida llegó con sus compadres Rigoberto y Melandra que se encontraban con ella en casa. Una vez en el lugar, Serafia lloraba la suerte de manuelito que no reaccionaba a sus suplicas de madre atormentada. El viejo y el compadre Rigoberto alzaron con mucho cuidado al niño trasladándolo hasta la hamaca cercana. Serafia le pide al viejo que lo lleven al dispensario cercano. Pero:
- mujer. Dijo el viejo:
-el dispensario más cercano queda a cuatro horas de nuestro lugar-. Pero, güeno, replicó el viejo:
-si tú quieres que lo llevemos lo haremos.
–Vea Rigoberto, coja ar muchacho de un lao y yo del otro lao, espere compa, cruce la caña y arzelo.
La madre bendijo al muchacho y los dos montubios mayores salieron caminando con manuelito acostado en una hamaca tirado por una caña que cargaban de lado en lado. Ya a las dos horas de camino manuelito empieza gritar como poseído.
- ayyy, ayyyy, ayyyy, er diablo, ar diablo gritaba sudoroso el niño con fiebre altísima que quemada hasta las secas ramas del platanal por donde pasaban. En eso, el niño manuelito se descompone por completo y pide que lo bajen, que desea decirles algo, lo que asumen los mayores como la despedida del niño. Manuelito pide que el viejo acerque su oído para decir unas palabras que serían las palabras finales.
- Ño Goy, diga a mi má, que cuide bien de mis hermanitos, que la quiero Ño Goy, diga que la quiero. Y manuelito cae en los brazos del Viejo Ño Goy y muere. Rigoberto quita el niño de los brazos de Ño Goy, y en una balsilla que confeccionó en el momento, abandona el cuerpo con seis velas a los lados para que la corriente del río Babahoyo orille el muerto hasta los fines del olvido. Los dos mayores veían como el niño y la balsilla desaparecían en el horizonte. Sentados. El uno miraba al cielo y el otro el río. Ninguno habló, tan solo el Ollero cantó las últimas plegarias del recuerdo. ¿Y la madre del muchacho? No sé. Si ustedes algún día pasan por el Sitio Las Tres Marías, digan que saben lo del niño muerto. Que les dolió la muerte de Manuelito. Que no lo mató la rubéola. Que fue la desidia del gobierno. La inoperancia de un “sistema de salud” caduco. El abandono de quienes llamados a velar por sus vidas, les niegan un dispensario y un médico.
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