Si el mundo fuera un paraíso
Palabra en Pie - WIlman Ordóñez Iturralde y lo montuvio
Wilman Ordóñez Iturralde
Caminante son tus huellas el camino, y nada más. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Caminante no hay caminos, sino velas en la mar. Machado.Para el tercer hijo mío que aún no nace.
El hombre no anduviera reclamando afectos. Ni comprando medios que le organicen su estatus quo subversivo. Todos seríamos felices y la lombriz no buscara escaparse del animal humano que la come como si fuese sancocho blanco. Si el mundo fuera un paraíso, imagino que yo, no hubiese podido lamer el tiempo ni la carne de mi panita que sujeté a la hamaca violentando su derecho de ser amada sin violencia.
Si fuera un paraíso el mundo, Pedro, Ubaldo, Franklin, Valencia, Camacho, no fueran dioses ocultos de la magia del mar de Tarqui. Yo estuviese en el cielo. Mi elemental amor a los perros cayere triturado por los barrancos de los maderos.
Si el mundo fuera un paraíso, no tuviésemos contando la historia de Jesús comunista amando a Magdalena. No hubiese cantores como Cafrune, Yupanqui, Guaraní. Nadie nos habría dado a la Sosa, a Nicanor Parra, a De Rocka, a Huidobro. Quizás, todo hubiese sido calendarizado a través del maquillaje de la estupidez de los insoportables e innombrables políticos.
Cuando me dieron la posibilidad de elegir, elegí por Freud, por Kan, por Aristóteles, por Nietzsche, Por Hegel. Por el bello viejo Withman. Por Einstein. Por mi hermano Darwin que lleva el nombre del Geólogo y Naturalista al que accedí para ser libre y convencerme que soy resultado de miles de años donde otros pusieron su primera inocencia.
Si el mundo fuera un paraíso, quizás, el diablo no haría magias ni hablaría de desarrollo, industrias, capital, ganancias. El diablo estuviera esperando la gentileza de volverse hombre. Y yo también quiero al diablo como a Jesús encarnado. Como al Quijote y su soberana majestad. Toda esperanza es cierta, por ello, espero la gloria de ser Jesús y el diablo. Espero reír a carcajadas. Matarme de risa cuando mis amadas hijas (Carito y Anahí) me dicen que soy el colmo de mujeriego. Que su papá no tiene componte. Que me parezco a los payasos Cepillín y a Crosti. Que ellas deben ser hermanitas de Mafalda y yo de Homero Simpson.
Ay País, si el mundo fuera un paraíso. Creería en mi semejante. Creería en este Estado de cosas. Lo que cuenta la historia que desde siempre hiso añicos las circunstancias. Creería en este Estado incapaz hediendo a pedo. A ñoña de niños ratas que viven en las alcantarillas y vomitan fuego en vez de bilis. Vomitan heridas, coágulos; pequeños gandules arrinconados; dejados detrás de la puerta como perros con sarna y lepra.
Si el mundo fuera un paraíso, creería. Sería pintor. Quizás poeta. Guerrillero, menos cura. Ojalá nunca hubiesen existido los curas. Creería en lo opuesto. En la habilidad del camuflado. Dejaría de comer de pollo, gallinas, puercos, peces; dejaría de hurtar los gestos. La mirada de María que me amara en tiempos difíciles. Nadie querría ser Inocencio. Todos fuesen tragafuegos. Circenses. Malabaristas. Clown de Brecht. Locos.
Cuando muera quiero ser cremado. Polvo. Hecho cenizas. El problema que es cara la paila y ni el diablo hace concesiones. Que útil sería, entonces, si todos muriéramos al mismo tiempo. Si todos nos pusiéramos de acuerdo y juntos podríamos terminar las horas del cuerpo. Cuánto quisiera que el mundo fuese un paraíso para amanecer tierno en la acera de todas las gordas de Botero. Amo a las gordas de Botero y las que están fuera de Botero. En las gordas está la perfecta función del Universo. Gordas del mundo, las amo.
Tengo pocos amigos y los que tengo los tengo poco. Es mejor así. Nadie sale lastimado. Nadie dependerá de nadie. Todos somos amantísimos hermanos en estas ciudades vacías. En estas orillas que por no ser el mundo un paraíso las orillas carecen de bandoneones. De sujetos que bailen liberados. De todas las ciencias que curen las almas desanimadas. Cuanto quiero la Ciencia. Ojalá la Ciencia mi quisiera tanto como yo a ella. Sobrevivo por la Ciencia. También sobrevivo por el poema que un día me escribiera Tatiana. Sobrevivo el margen. Lo bueno en mí es no creer en el paraíso. El paraíso no existe. Igual, viva la Navidad, siempre habrá un segundo para creer en el jilguero. En el único ángel. Siempre habrá un segundo. Los únicos que no lo saben son los niños. Dejad entonces que los niños se apropien de la Noche Buena aunque nosotros sepamos que el paraíso no existe. Vale la pena ver a los niños seguir intentándolo.
El hombre no anduviera reclamando afectos. Ni comprando medios que le organicen su estatus quo subversivo. Todos seríamos felices y la lombriz no buscara escaparse del animal humano que la come como si fuese sancocho blanco. Si el mundo fuera un paraíso, imagino que yo, no hubiese podido lamer el tiempo ni la carne de mi panita que sujeté a la hamaca violentando su derecho de ser amada sin violencia.
Si fuera un paraíso el mundo, Pedro, Ubaldo, Franklin, Valencia, Camacho, no fueran dioses ocultos de la magia del mar de Tarqui. Yo estuviese en el cielo. Mi elemental amor a los perros cayere triturado por los barrancos de los maderos.
Si el mundo fuera un paraíso, no tuviésemos contando la historia de Jesús comunista amando a Magdalena. No hubiese cantores como Cafrune, Yupanqui, Guaraní. Nadie nos habría dado a la Sosa, a Nicanor Parra, a De Rocka, a Huidobro. Quizás, todo hubiese sido calendarizado a través del maquillaje de la estupidez de los insoportables e innombrables políticos.
Cuando me dieron la posibilidad de elegir, elegí por Freud, por Kan, por Aristóteles, por Nietzsche, Por Hegel. Por el bello viejo Withman. Por Einstein. Por mi hermano Darwin que lleva el nombre del Geólogo y Naturalista al que accedí para ser libre y convencerme que soy resultado de miles de años donde otros pusieron su primera inocencia.
Si el mundo fuera un paraíso, quizás, el diablo no haría magias ni hablaría de desarrollo, industrias, capital, ganancias. El diablo estuviera esperando la gentileza de volverse hombre. Y yo también quiero al diablo como a Jesús encarnado. Como al Quijote y su soberana majestad. Toda esperanza es cierta, por ello, espero la gloria de ser Jesús y el diablo. Espero reír a carcajadas. Matarme de risa cuando mis amadas hijas (Carito y Anahí) me dicen que soy el colmo de mujeriego. Que su papá no tiene componte. Que me parezco a los payasos Cepillín y a Crosti. Que ellas deben ser hermanitas de Mafalda y yo de Homero Simpson.
Ay País, si el mundo fuera un paraíso. Creería en mi semejante. Creería en este Estado de cosas. Lo que cuenta la historia que desde siempre hiso añicos las circunstancias. Creería en este Estado incapaz hediendo a pedo. A ñoña de niños ratas que viven en las alcantarillas y vomitan fuego en vez de bilis. Vomitan heridas, coágulos; pequeños gandules arrinconados; dejados detrás de la puerta como perros con sarna y lepra.
Si el mundo fuera un paraíso, creería. Sería pintor. Quizás poeta. Guerrillero, menos cura. Ojalá nunca hubiesen existido los curas. Creería en lo opuesto. En la habilidad del camuflado. Dejaría de comer de pollo, gallinas, puercos, peces; dejaría de hurtar los gestos. La mirada de María que me amara en tiempos difíciles. Nadie querría ser Inocencio. Todos fuesen tragafuegos. Circenses. Malabaristas. Clown de Brecht. Locos.
Cuando muera quiero ser cremado. Polvo. Hecho cenizas. El problema que es cara la paila y ni el diablo hace concesiones. Que útil sería, entonces, si todos muriéramos al mismo tiempo. Si todos nos pusiéramos de acuerdo y juntos podríamos terminar las horas del cuerpo. Cuánto quisiera que el mundo fuese un paraíso para amanecer tierno en la acera de todas las gordas de Botero. Amo a las gordas de Botero y las que están fuera de Botero. En las gordas está la perfecta función del Universo. Gordas del mundo, las amo.
Tengo pocos amigos y los que tengo los tengo poco. Es mejor así. Nadie sale lastimado. Nadie dependerá de nadie. Todos somos amantísimos hermanos en estas ciudades vacías. En estas orillas que por no ser el mundo un paraíso las orillas carecen de bandoneones. De sujetos que bailen liberados. De todas las ciencias que curen las almas desanimadas. Cuanto quiero la Ciencia. Ojalá la Ciencia mi quisiera tanto como yo a ella. Sobrevivo por la Ciencia. También sobrevivo por el poema que un día me escribiera Tatiana. Sobrevivo el margen. Lo bueno en mí es no creer en el paraíso. El paraíso no existe. Igual, viva la Navidad, siempre habrá un segundo para creer en el jilguero. En el único ángel. Siempre habrá un segundo. Los únicos que no lo saben son los niños. Dejad entonces que los niños se apropien de la Noche Buena aunque nosotros sepamos que el paraíso no existe. Vale la pena ver a los niños seguir intentándolo.
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