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Masones y nacionalismo El nacionalismo musical y sus aportes a la construcción de la nacionalidad ecuatoriana

Palabra en Pie - Articulistas Invitados

Juan Mullo Sandoval
Quito, mayo del 2008

La compilación de las fotografías (pues son dos) corresponden al investigador musical Fidel Pablo Guerrero, y constan en el blog: soymusicaecuador.blogspot.com
La compilación de las fotografíascorresponden al investigador musical Fidel Pablo Guerrero, y constan en el blog: soymusicaecuador.blogspot.com
 
La conciencia nacional - conciencia artística. Vinculación del pensamiento ilustrado y romántico forjado entre los siglos XVIII, XIX y principios del XX.

En el siglo XVIII una actitud de "conciencia nacional" propugnó la consolidación de un Estado Nacional, fundamental para que un sector criollo-terrateniente asuma el poder no solo político y económico, sino ideológico, cultural y social de nuestro país. Esta actitud proyectó en la música y las artes del siglo XIX, en la búsqueda de un lenguaje propio, o lo se denominó "conciencia artística", la cual debía responder a este proceso de nueva identidad e independencia de lo colonial.  Eugenio  Espejo  (1747-1795)  preconizó  el derrumbamiento  del  ideal  religioso y civil del siglo XVIII. Ya en el siglo XIX intelectuales, como el dirigente masón Juan Agustín Guerrero, propusieron, a la par una independencia política, una independencia  cultural como   uno  de   los sustentos de nuestro pensamiento nacionalista.

Aproximadamente desde 1835, y casi por un siglo influyó el pensamiento romántico, proyectándose a lo musical a finales del siglo XIX, en donde se generaron los distintos ritmos ecuatorianos.    Este tipo de conciencia resaltó elementos como el paisaje y el sentimiento, la lengua, la raza, la cultura. Sin embargo, los ideólogos de "lo nacional” trataron externamente las manifestaciones populares, los artistas que actuaron con esta conciencia nacional plantearon "elevar" las prácticas "incultas" del pueblo, hacia elementos académicos considerados "cultos", como la ópera o la música dramática.

Las sociedades democráticas y la masonería

Hacia la mitad del siglo XIX surgieron tres sociedades artísticas autodenominadas democráticas: la Sociedad de Ilustración, la Escuela Democrática de Miguel de Santiago y la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia. Los artistas aquí agrupados propusieron el distanciamiento del poder eclesiástico respecto al arte; los músicos exigieron el cultivo de la música dramática italiana (la ópera) y el abandono de las formas musicales religiosas. Muchos de los líderes de este movimiento artístico eran personajes de la corriente masónica quiteña, tal el caso de Juan Agustín Guerrero (Quito, 1818 - 1886), compositor que hizo otras importantes aportaciones en el campo de la historia, la pintura, el periodismo. El discurso pronunciado en 1852 por Pablo Bustamante, instructor de la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia, ejemplifica estas nuevas tendencias artísticas, cuando proclama que nuestros compositores imiten el camino del nacionalismo italiano al ejemplo de Rossini y Verdi.

Y vosotros hijos de la armonía buscad las inspiraciones y los encantos del arte desde Rossini hasta Pacini. Venced los inconvenientes para conseguir sus composiciones de más allá de los mares. Hijos del pueblo, como Donizetti y Verdi podéis formar vuestro crédito dejando a la experiencia y al genio lo demás -tomad de cada uno lo brillante, lo tierno, lo vigoroso y lo que imita los sentimientos más grandes y más expresivos del alma, sin inclinarnos mucho a cambiar los acentos amables y delicados por la de los sombríos arrebatos del alma- Elegid a Donizetti que es el músico de todos los corazones -Nadie mejor que él expresa los recuerdos de la infancia, los contrastes del amor y el furor de los celos- Su Lucia es su nombre y su genio (Discurso pronunciado por Pablo Bustamante, instructor de la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia en 1852, Quito, Banco Central del Ecuador, 1984:18-19)

Juan Agustín Guerrero ideólogo del nacionalismo

Desde que Eugenio de Santacruz y Espejo  inicia su crítica ilustrada a la sociedad colonial pone los cimientos para que las estructuras arcaicas de un arte barroco-católico de paso al arte del artista laico. A mediados del siglo XIX surge un nuevo sujeto, el compositor republicano, el mismo que abandonando un arte colonial funcional a una ideología clerical y acogiéndose a los tempranos postulados nacionalistas de la Sociedades Democráticas y de Ilustración, define otra conducta sociocultural e incluso una nueva definición política anti-barroca coincidentemente ligada a la masonería, en un contexto donde se consolidaba el proyecto del Estado Nacional y una nacionalidad que ya con Juan de Velasco (1727-1792) había sido idealizada.

Juan Agustín Guerrero, compositor, historiador, crítico y pintor, es un líder indiscutible de los movimientos de reivindicación en el paso de un arte barroco a otro de esencia romántica y nacionalista. Podríamos afirmar que es justamente Guerrero quien no solo desde lo artístico sino desde lo político propone y lleva adelante un desarrollo del pensamiento musical hacia el proyecto de la nacionalidad, un ejemplo de esto son los postulados que promueven desde lo mestizo la re-semantización del yaraví indígena planteada en su texto: La música ecuatoriana desde su orígenes hasta 1875.

El sector criollo cobijado bajo el ilustrismo toma su iniciativa histórica a partir de conceptos como: la nación, la patria, lo propio, etc., es decir todo lo que posibilitaba el surgimiento de una identidad que junto a sus aspiraciones políticas dentro de la consolidación de las nuevas repúblicas, posibilitan el paso de un sistema social a otro, aspecto que, en el plano cultural, se vuelve contestatario por  la dependencia que era objeto el artista ante la cultura oficial colonial de carácter clerical.

En la efervescencia  de la vida republicana las actividades musicales comienzan a depender del Estado, y son las sociedades seculares las que asumen el papel antes ejercido por el clero, que si bien siguió influyendo en el pensamiento artístico, se transformó su temática religiosa a otra de caracteres más cotidianos. Por la mitad del siglo XIX en Quito, tres sociedades son el símbolo del desarrollo artístico de la época: la Sociedad de Ilustración, la Escuela Democrática de Miguel de Santiago y la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia. Los artistas cobijados bajo las nuevas ideas se empeñan en distanciar al poder eclesiástico respecto del arte. Los músicos exigen un cambio en su orientación y proponen el cultivo de la música dramática italiana como alternativa al abandono de las formas musicales religiosas, cambios que coinciden con las transformaciones sociales y políticas.

Juan Agustín Guerrero (1818-1886), importante músico y uno de los principales ideólogos del proyecto romanticista, es muy categórico al poner de manifiesto una contradicción en las orientaciones culturales criollas básicamente centradas hacia una copia de los modelos europeos, cuyo interés por la misma configuración del estado nacional ecuatoriano, se erigía sobre la “apropiación y desvirtuación” de las culturas tradicionales refuncionalizadas a una nueva lógica de poder. Guerrero premonizando un futuro nacionalista se pregunta a este respecto:

¿Porqué la América, la parte mas bella y mas hermosa de la creación, no ha de tener palabra ni sentimiento, para decir al tiempo y a las otras naciones, lo que es en su vida de ventura o de sufrimientos?, y  aquello de originalidad en la música no es difícil, porque los americanos somos hombres, dotados de alma y corazón para sentir, lo mismo que los europeos; y particularmente a los ecuatorianos no les falta talento para lo bello, y por eso hasta la naturaleza que habitamos es un sublime panorama que nos inspira, que llora y se sonríe, que nos alegra y espanta”...Todos los pueblos saben hacer justicia al mérito, cuando hay ilustración, cuando hay grandeza de alma, y cuando se llega a amar todo lo que está en relación con su nombre y sus propios intereses; pero entre nosotros, no sé porqué razón, se afrenta y se desprecia todo lo que es nacional, todo lo que es propio,...”  (Guerrero, J.A. La música ecuatoriana desde su origen hasta 1875, Quito, Banco Central del Ecuador, 1984:25-38).

Si bien esta realidad  es patente en muchos compositores  respondiendo a un estilo de música europea preferida por las capas altas de la sociedad, por otro lado se estaba impulsando con las nuevas ponencias, la germinación posterior de un auténtico arte nacional en el que obviamente se insertaría el pasillo, descendiente directo de las danzas europeas cultivadas  por la aristocracia criolla y su posterior inserción en la perspectiva estética de la música popular.